En
mi libro Y la vida sigue-Confieso haber sufrido, incluía en su Epílogo la
siguiente hierofanía onírica de Carl Gustav Jung (1875- 1961)
tras el infarto que sufrió en 1944: «Soñé una vez sobre el problema de la relación
entre la persona y el Sí Mismo. En aquel sueño me encontraba en una excursión.
Por un pequeño camino atravesé un paisaje accidentado, el sol brillaba y yo
divisaba un amplio panorama. Entonces llegué a una pequeña ermita. La puerta
estaba abierta y entré. Ante mi asombro, en el altar no se encontraba ninguna
imagen de la madre de Dios ni ningún crucifijo, sino sólo un adorno de hermosas
flores. Pero luego vi que, ante el altar, en el suelo, vuelto hacia mí, estaba
un yogui sentado meditando profundamente. Al contemplarle de cerca vi que tenía
mi rostro. Me desperté asustado pensando: "¡Ah!, éste es el que me medita.
Ha tenido un sueño que soy yo". Sabía que cuando él despertara yo ya no
existiría más.»