Escrito de Ángel Almazán en mayo 1999
Mandala pintado por Jung |
Creo que la comprobación psicológica llega con esto a su fin extremo, pues la idea de un Sí-Mismo ya es en sí un postulado trascendente que, si bien puede justificarse psicológicamente, no se puede demostrar de un modo científico.
El paso hasta más allá de la ciencia es una exigencia incondicional del desarrollo psicológico aquí descrito, porque sin este postulado yo no sabría explicar suficientemente los procesos psíquicos que tienen lugar en forma empírica. El Sí-Mismo pretende tener, cuando menos, el valor de una hipótesis parecida a la de la estructura de los átomos. Y si incluso nos hallamos dentro de una imagen, ese Sí-Mismo es, en cambio, una cosa formidablemente viva, cuya interpretación no puedo lograr con mis posibilidades. No dudo de que sea una imagen, pero es una imagen en la que nosotros mismos estamos contenidos". (imagen primordial=arquetipo, aclaro por mi parte).
La Individuación es el proceso natural, originado por el Sí-Mismo, para que cada ser humano se convierta en "aquello a lo que está destinado desde un principio". Y la mejor discípula de Jung, Marie-Louise von Franz lo aclara en estos términos: "En sus manifestaciones procedentes de lo inconsciente, la meta aparece como una especie de centro o punto medio, al cual se adscribe un valor máximo y una elevadísima intensidad vital. No cabe diferenciarla de las imágenes más centrales y definitivas de las diversas religiones, sino que aparece en el proceso de individuación de forma natural, al igual que en ellas; así, por ejemplo, dentro del ámbito cristiano como "castillo interior" como en Santa Teresa de Ávila, como ciudad o jardín tetrapartidos, como "scintilla animae", como "imago Dei" en el alma, como "círculo cuya periferia no está en ninguna parte y cuyo centro en todas", como cristal, piedra, árbol y recipiente y orden cósmico, o también, como en el ámbito oriental, en forma de flor de oro de cuatro pétalos, o bien como luz, como "vacío" pleno de sentido. La experiencia de esta meta proporciona al individuo una íntima imperturbabilidad, una calma y una plenitud de sentido de la vida, en cuyo campo puede aceptarse a sí mismo y encontrar un punto medio entre las contradicciones de su naturaleza interior. En lugar de ser un ente fragmentario que ha de aferrarse a puntos de apoyo colectivos, deviene un ser humano total e independiente, que no explota y absorbe infantilmente a su entorno colectivo, sino que lo enriquece y confirma mediante su presencia. La experiencia del Sí-Mismo proporciona el sentimiento de hallarse asentado en lo más profundo de la propia mismidad, sobre un fundamento firme, sobre una parcela de íntima eternidad, invulnerable incluso para la muerte física misma" (C.G.Jung. Su mito en nuestro tiempo" (FCE, 1982).
Este Sí-Mismo es equivalente en el plano simbólico al Atman del hinduismo, señala Jung. Y "tras las personificaciones del Sí-Mismo parecen existir otras "potencias", mas Jung ha renunciado a ulteriores descripciones, ya que no esperaba poder hallar comprensión alguna al respecto", desvela M.L. von Franz. Es decir que Jung no quiso hablar de lo que él intuía, sentía y había meditado acerca de lo que hay más allá del Sí-Mismo porque era el ámbito de la metafísica pura en la que no quiso exponer nada públicamente. ¿A qué se estaría refiriendo Jung al hablar de ese "más allá" de los arquetipos y del Sí-Mismo? Si recurrimos a la concepción guenoniana de los "estados múltiples del ser" tendremos pronto la respuesta, puesto que el retorno al estado primordial, al Centro, supone virtualmente el comienzo de un nuevo ascenso, esta vez "en vertical" por el "rayo divino" ("Budhi") que une todos los estados múltiples del ser. Pero Jung, calló, no quiso hablar sobre ello y sus razones tendría, siendo quizás una de ellas que no era de su competencia tal misión.
El peligro que corre nuestro ego es identificarse con el Sí-Mismo, creerse un profeta, un gurú infalible, etc. Caer en esa inflacción psíquica es muy peligroso y si no que se lo pregunten a Nietzsche con su Zaratustra, o a algunos gnósticos de los primeros siglos del cristianismo (otras veces se proyecta este Sí-Mismo en un gurú al que se rinde pleitesía, y se le venera, y todo lo que dice se tiene como Verdad Absoluta.., etc).
Jung tuvo un sueño en 1944 acerca de la relación entre el Sí-Mismo y el yo, que escribió en sus memorias ("Recuerdos, sueños, pensamientos", Seix Barral, pp. 328-329). Sueño que posiblemente aclarará para muchos lo que es el Sí-Mismo junguiano que otras exposiciones:
"El problema de la relación entre el "hombre intemporal", el Sí-Mismo, y el hombre terrenal en el espacio y el tiempo, plantea cuestiones de lo más difíciles... Soñé una vez sobre el problema de la relación entre el Sí-Mismo y el ego. En aquel sueño me encontraba en una excursión. Por un pequeño camino atravesé un paisaje accidentado, el sol brillaba y yo divisaba un amplio panorama. Entonces llegué a una pequeña ermita. La puerta estaba abierta y entré. Ante mi asombro, en el altar no se encontraba ninguna imagen de la madre de Dios ni ningún crucifijo, sino sólo un adorno de hermosas flores. Pero luego vi que, ante el altar, en el suelo, vuelto hacia mí, estaba un yogui sentado meditando profundamente. Al contemplarle de cerca vi que tenía mi rostro. Me desperté asustado pensando: ¡Ah, éste es el que me medita. Ha tenido un sueño que soy yo.!. Y supe que cuando él despertara yo ya no existiría más".
Para Jung este sueño representa al "centro" del inconsciente psicoideo como generador de la persona empírica. "Esta inversión indica que según la "opinión de la otra parte" nuestra existencia inconsciente es la verdadera y nuestro mundo consciente es una ilusión o una aparente realidad, producida con fines determinados, algo así como un sueño que parece tener tanta realidad como si nos encontrásemos en ella. Está claro que este planteamiento tiene mucha semejanza con la concepción del mundo oriental, en cuanto éste se considera como Maya", concluye Jung. Y por si hubiera dudas al respecto, las despeja de esta forma: "La totalidad inconsciente -el Sí-Mismo- me parece por ello como el propio "spiritus rector" de todo devenir biológico y psíquico. Aspira a la realización total, es decir, a devenir completamente consciente en el hombre. Devenir consciente es "cultura" en el sentido más amplio y autoconocimiento, es decir, esencia y alma de este proceso. El Oriente atribuye al Sí-Mismo un significado "divino", y según la antigua concepción cristiana es el autoconocimiento el camino de la "cognitio Dei".
Y es aquí donde, por ejemplo, conviene referir analógicamente la siguiente frase de Shankara: "La envoltura mental no puede ser el Atman, porque tiene principio y fin, sufre modificaciones, y es sensible al dolor. Es por tanto un objeto. Pero el Ser, el Testigo eterno, no podría jamás ser objeto de conocimiento". O como decía Guénon: "El Atma es la única que constituye la realidad profunda del ser, porque todo estado de dicho ser sería puramente ilusiorio si se pretendiera separarlo de ella". ¿No es esto lo que refleja el sueño citado de Jung?
NOTA Este texto es lo escribí en mayo 1999 para el Foro Epignosis, formando parte de mi exposición sobre los "encuentros y desencuentros" que captaba por entonces- entre Guénon y Jung...
Al hilo de la claridad de tu ensayo y recogiendo de hache y de allá, se me vuelca lo siguiente .
ResponderEliminarEsta la ley y el espíritu de la misma.......,
Y esta el ojo físico conectado con el "Ego"y el espíritu ocular relacionado con la presencia del "Si-Mismo". El uno ve las formas, el otro el alma de las cosas, produciendo el efecto de resonancia. Pido por ello perdón si digo "Mi alma", podría decir por ejemplo "Mi resonancia" o para ser mas impersonal, recorcholis algo resuena a través del espíritu ocular. Ahora bien si esa expansión espiritual ocular se pone en manos del Ego, sin lugar a dudas matamos descuidamos al Self " Dios ", y nos transformamos en el Súper_Hombre NIchieriano, si por el contrario la expansión la pongo a trabajar en/y por el alma aumentando la amplitud de la conciencia para resonar con mas cosas y mas fuerte "Dirección Advairta", se supone que llegamos a la unidad, a Dios en nosotros, o mejor el Self se abre paso, expande su luz.
La gracia consiste en que su radio de acción toca por arriba " Cielo" pero también por abajo "Inframundo" iluminando e integrando toda su totalidad, si el "Ego" lo soporta y lo absorbe como una esponja...llamada "Integración".
Juan Manuel
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