«Agni subió altísimo, hasta tocar el cielo: abrió la puerta
del mundo del cielo, ciertamente Agni es el señor del mundo del cielo", se
lee en Aitareya Brahmana III.42, fechado hacia el 900 a.C como complemento del
Rig Veda por Mahidasa Aitareya y sus discípulos. Para Ananda K. Coomaraswamy “corresponde
al «mito» de la Ascensión de Cristo y a su sedencia en condominio a la diestra
del Padre”.
Así que el mitema de la Ascensión es, ciertamente, muy antiguo. Lo
encontramos en todas las épocas y lugares, desde el chamanismo siberiano hasta
La Divina Comedia de Dante, la cual parece que tomó como punto de referencia
las tradiciones islámicas sobre el Viaje Nocturno y Ascensión de Muhammad
(Mahoma), así como los escritos del maestro sufí andalusí Ibn al Arabi sobre la
escatología musulmana y la citada tradición ascensional de Muhammad desde el
monte Moriah de Jerusalén hasta muy cerca de la faz de Dios, sobre el cual he
escrito en varios libros (Guía espiritual y artística de San Baudelio, y en Perdidosen el Mundo Imaginal muy especialmente).
Hasta en la alquimia paracelsiana subsiste el mitema
ascensional con un “cuerpo imaginal” (en la terminología de Henry Corbin) a los
“cielos” como lo testimonia Gabriel Penot (fallecido en 1617): “Así como el
hijo del hombre [Mercurio] es generado como fruto de la virgen producido por el
Filósofo, así es necesario que sea elevado desde la tierra y purificado de toda
naturaleza terrestre; asciende entonces como un todo en el aire y se transforma
en espíritu. Se cumple así la palabra del Filósofo [Tabla Esmeraldina]: remonta
de la Tierra al cielo, y de ese modo recibe en sí la fuerza de lo superior y de
lo inferior, deshaciéndose de su naturaleza terrena e impura”.
Jung y Eliade en Eranos (Ascona-Suiza) |
Mircea Eliade se estrenó en el Círculo de Eranos con la
conferencia “Simbolismo del Centro” en el verano de 1950, momento y charla que
forma parte de un capítulo central de mi libro El enigma de la tradiciónhiperbórea de los celtíberos de Numancia.
Eliade habló sobre la configuración
de Centros del Mundo en diversas culturas y religiones, enmarcados en una
geografía sagrada, no profana, encontrándose ese Centro del Mundo en una zona
intermedia del mismo eje que une el centro del submundo del planeta con la
“puerta celeste”. Desde árboles muy sagrados, pasando por montañas cósmicas de
gran culto y culminando en singulares edificios religiosos, la
“concretización-materialización” de esos Centros del Mundo han ido adoptando
múltiples formas y sigue plasmándose de mil modos distintos.
En la citada conferencia Eliade dedicó varias páginas al
simbolismo de la Ascensión, sección que comienza con este párrafo: “Es muy
probable que, al menos en el caso de las religiones centro-asiáticas y
siberianas, este simbolismo del Centro se halle influenciado por esquemas
cosmológicos indo-iranios y, en última instancia, mesopotamios”. Seguidamente advierte
que el “simbolismo de un eje cósmico” es todavía más universal y arcaico.
San Baudelio (Soria) |
“Considerable número de mitos hablan de un árbol, de una
liana, de una cuerda, de un hilo de araña o de una escala que unen la Tierra al
Cielo, y por intercesión de los cuales suben, efectivamente, al Cielo ciertos
seres privilegiados. Naturalmente, estos mitos tienen correspondencias, como por
ejemplo, el árbol chamánico o el poste del sacrificador védico. La escala
ceremonial desempeña, análogamente, un papel importante”. Y agrega que “figura
plásticamente la ruptura de nivel que hace posible el paso de un modo de ser a
otro; o bien desde un plano cosmológico, que hace posible la comunicación entre
Cielo, Tierra e Infierno”.
Dicho lo cual es fácil comprender, añade Eliade, que la
escalera y la ascensión “desempeñan un papel considerable tanto en los ritos y
mitos de iniciación como en los ritos funerarios, así como en los ritos de
entronización real o sacerdotal, o en los ritos matrimoniales”.
Y seguidamente –dado el ámbito psicológico junguiano del
Círculo de Eranos-, Eliade comentaba que este simbolismo ascensional y,
concretamente de los peldaños de la escalera, eran recurrentes en muchos sueños
analizados por junguianos, “lo cual significa que nos hallamos ante un
comportamiento arcaico de la psique humana y no ante una creación histórica,
una innovación debida a determinado momento histórico, bien del Egipto antiguo
o de la India védica, etc…”, por lo que su simbolismo es primordial.
En su último párrafo sobre este tema concreto, Mircea Eliade
concluye: “La escalada o ascensión simboliza el camino hacia la realidad absoluta…
la abolición de la condición humana profana, es decir, una ruptura de nivel
ontológico …”.
Y es aquí justamente donde cabría proseguir estas
reflexiones de Eliade con la extraordinaria lucidez mostrada por René Guénon en
sus enseñanzas acerca de los múltiples estados del ser y su ascenso por el Eje,
de estado a estado (de consciencia mayor) hasta la “liberación final” como
Hombre Perfecto (en la terminología sufí).
Guénon, asimismo, nos enseña que los diversos cielos de la cosmología no son sino representaciones de los estados múltiples del ser, y así se evidencia cuando leemos a Ibn al Arabi en su tratado de "La Alquimia de la Felicidad" ascendiendo de cielo en cielo y adquiriendo en cada uno de ellos conocimientos cosmológicos, esotéricos, metafísicos y "divinos" a medida que va subiendo.
A este respecto es curioso que en La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, obra fundamental del catolicismo medieval, se diga que Cristo "ascenció hasta quedar situado por encima de toda la serie de los cielos" y que sobre tales "mundos-cielos" aclare: "Hay un cielo de naturaleza material, otro de naturaleza racional, otro de naturaleza intelectual y otro de naturaleza suprasustancial". Y seguidamente incluye los siete cielos cosmológicos en el "primer cielo": el aéreo, el etéreo, el olímpico, el ígneo, el sideral, el cristalino y el empíreo. El cielo de naturaleza racional, señala, "está constituido por los hombres justos o santos"; el de naturaleza intelectual corresponde a los ángeles, y el suprasustancial "consiste en el seno de la divina esencia; de ése vino Cristo cuando descendió a la Tierra y a él regresó cuando hizo el viaje de su Ascensión".
Guénon, asimismo, nos enseña que los diversos cielos de la cosmología no son sino representaciones de los estados múltiples del ser, y así se evidencia cuando leemos a Ibn al Arabi en su tratado de "La Alquimia de la Felicidad" ascendiendo de cielo en cielo y adquiriendo en cada uno de ellos conocimientos cosmológicos, esotéricos, metafísicos y "divinos" a medida que va subiendo.
A este respecto es curioso que en La Leyenda Dorada de Santiago de la Vorágine, obra fundamental del catolicismo medieval, se diga que Cristo "ascenció hasta quedar situado por encima de toda la serie de los cielos" y que sobre tales "mundos-cielos" aclare: "Hay un cielo de naturaleza material, otro de naturaleza racional, otro de naturaleza intelectual y otro de naturaleza suprasustancial". Y seguidamente incluye los siete cielos cosmológicos en el "primer cielo": el aéreo, el etéreo, el olímpico, el ígneo, el sideral, el cristalino y el empíreo. El cielo de naturaleza racional, señala, "está constituido por los hombres justos o santos"; el de naturaleza intelectual corresponde a los ángeles, y el suprasustancial "consiste en el seno de la divina esencia; de ése vino Cristo cuando descendió a la Tierra y a él regresó cuando hizo el viaje de su Ascensión".
Ese trascender suprapersonal y totalmente impersonal de la
consciencia se plasma en ocasiones mediante “huellas de los pies” en las rocas
desde las que, según las diversas tradiciones, ascendieron tales “liberados en
vida” o en su momento de finitud humana, como reflejan, por ejemplo, una huella de un pie de Cristo en la capillade La Ascensión de Jerusalén (según creencia tradicional) y otra de un pie de
Muhammad en la piedra central del domo de La Roca de la Explanada de las
Mezquitas de dicha Ciudad Santa. Tales huellas expresan el logro obtenido por
quienes las imprimieron antes de su Ascensión, como evidencia de los estados
superiores del Ser alcanzados en vida, viene a aclarar Guénon.
Hola Ángel,
ResponderEliminarMircea Eliade escribió un ensayo a finales de los años 60 donde volvía a retomar una vez más el tema del simbolismo de la escensión y del centro. En esa ocasión, a partir del análisis que hace de algunas obras de su compatriota el escultor Brancusi, expone algunos aspectos relacionados con el fundamental simbolismo que recuerdas. Te dejo el enlace de la transcripción que dejé en una de las primeras entradas publicadas en mi blog. Espero te parezca bien para complementar tu interesante artículo.
http://barzaj-jan.blogspot.com.es/2009/11/brancusi-y-el-simbolismo-de-la.html
Siempre un placer encontrar por aquí textos sobre temas de interés común. Saludos
Angel, hace tiempo queria dejar mi comentario a este escrito tan interesante, soy Janeth del Blog "Una Luz en el Sendero", espero me visites y puedas comentar tambien si asi lo quisieras, esta entrada me llamo mucho la atencion ya que el punto de vista de Jung es particularmente muy interesante, me gustan mucho estos temas que abordas,...Mares de tinta se han vertido sobre el tema especifico de la ascension, y como todo mito, tiene diferentes claves, unas más visibles y otras más profundas.
ResponderEliminarEn el mito de la Caverna de Platon el prisionero que asciende, sale de la cueva y contempla el mundo real, representa la ascensión del alma al mundo de las Ideas, el sendero del filósofo. Y cuando vuelve se convierte en el verdadero político platónico, que reúne todas las virtudes morales desde la honradez a la justicia, del saber al saber hacer. Es el que, una vez conocido todo lo que es, vuelve a contar sus nuevas experiencias al aire y al sol y en la libertad, para ayudar al la liberación de las cadenas y así poder ascender al mundo inteligible.