Del relato novelado Tiempo de un centenario escrito
por Mircea Eliade en París durante el año 1976, el cineasta Francis Ford
Coppola escribió el guión cinematrográfico y dirigió la película Youth Without
Youth (2007), estrenada en España en DVD y Blu-ray con el título El hombre sin edad, siendo su protagonista
principal Tim Roth.
Me han sido necesarias dos visionados de la película
El hombre sin edad y la lectura apresurada y entrelíneas de la novela Tiempo deun centenario (Kairós, 1999; Alianza, 2007) para comprender mejor ambas obras y
para ratificarme en mi primera impresión de que hay algunos elementos
biográficos de Eliade y, obviamente, parte de su cosmovisión, adquirida como
prestigioso historiador de religiones comparadas, lector de autores esotéricos
(Guénon incluido) y de psicólogos como Jung. En la novela se menciona hasta tres veces a Jung y está claro que el arquetipo del Anima (Eterno Femenino) de la psicología junguiana está representada por las dos amadas del protagonista.
Mircea Eliade en este libro nos muestra a un erudito
profesor rumano (como él) que se adentra en
el estudio y redacción de una Obra Magna centrada en la historia del
lenguaje y del conocimiento que, ya anciano y con problemas de memoria, es
consciente de que no va a poder concluir dicha historia. Pero todo cambia cuando
un rayo cae sobre él y pasa a tener la apariencia física que siendo
treintañero, a la par que va adquiriendo una serie de facultades paranormales
que le permitirán dar cumplimiento a su Magnum Opus si así lo desea.
La transformación psíquico-intelectiva y física que
le aporta el rayo le convierte en un mutante, en un anticipo de lo que él
espera que se conviertan los seres humanos tras el apocalipsis nuclear, el
hombre posthistórico. "Tras la electrocución, su actividad mental
anticipaba en cierto modo la condición que adquiriría el hombre durante varios
miles de años. La característica principal de la nueva humanidad sería la
estructura de la vida psicomental. Todo lo que antaño había pensado o realizado
el hombre, expresado de forma oral o escrita, se recuperaba mediante determinado
ejercicio de concentración. En realidad, la educación consistiría entonces en
el aprendizaje de ese método bajo la supervisión de unos instructores
capacitados... (...) En cierto modo, mi
experiencia tiene un valor ejemplar. Si alguien me dijera que entre nosotros
hay santos o auténticos magos o bodhisattva o cualquier clase de personas
dotadas de poderes milagrosos, lo creería. Por su propio modo de existir, esos
hombres no pueden ser reconocidos por los profanos".
Mircea Eliade conocía multitud de tradiciones
religiosas y alguna que otra esotérica, y no en vano formó parte del Círculo
Eranos en Ascona (Suiza). Su novela
corta aúna varios temas arquetípicos sobre los que escribió ensayos diversos y
también deja espacio a la imaginación en varias páginas como acontece al
encontrarse con el inmortal Conde de Saint Germain, por ejemplo (momento
excluido en las dos horas de metraje de la película, pero que seguro que
Coppola lo tenía incluido en el proyecto fílmico de tres horas inicial).
Sólo al leer el libro se entera uno de que el
impacto del rayo tuvo lugar en un Domingo de Resurrección, y que hay fechas
clave a lo largo de esta "juventud sin juventud" del protagonista que
tienen que relacionarse con momentos importantes en los rituales seculares (solsticios, 1 de noviembre, etc.). Hasta la dedicatoria
puede ser críptica pues el relato está dedicado a su Sybille (pero en la cábala
fonética quizás lo sea a la Síbila, lo cual es muy probable dado el tono
apocalíptico visionario de la novela).
El
hombre posthistórico
Interesante considero transcribir estos párrafos de
lo escrito por Eliade para poder
comprnder algunas claves de esta novela y de la película:
"Una respuesta provisional podría ser la
siguiente: Tras las guerras nucleares que estallarán, muchas civilizaciones,
incluyendo la occidental, serán destruidas. Sin duda, esas catástrofes
desencadenarán una ola de pesimismo desconocida hasta entonces en la historia
de la humanidad, una desmoralización general. Aunque no todos los
supervivientes cedan a la tentación de suicidarse, muy pocos tendrán la
suficiente vitalidad para tener fe en el hombre y en las posibilidades de una
humanidad superior a la especie del Homo sapiens. Descubiertos y descifrados
entonces, estos testimonios podrían hacer de contrapeso a la desesperanza y a
la voluntad universal de extinción. Por el simple hecho de que ponen de
manifiesto las posibilidades mentales de una humanidad que nacerá en un futuro
lejano, estos documentos demuestran, porque la anticipan, la realidad del
hombre posthistórico... "
(...)
"—Probablemente sea el último optimista
europeo. Como todo el mundo, sé lo que nos aguarda: el hidrógeno, el cobalto y
todo lo demás. Pero, a diferencia de otros, intento hallar un sentido a esa
catástrofe inminente y, por ello, hago las paces con ella, tal y como nos
enseña el viejo Hegel. El auténtico sentido de la catástrofe nuclear no puede
ser más que el siguiente: la mutación de la especie humana, la aparición del
superhombre. Sé que las guerras atómicas destruirán pueblos y civilizaciones y
transformarán una parte del planeta en un desierto. Pero ése es el precio que
hay que pagar para liquidar radicalmente el pasado y forzar la mutación, es
decir, la aparición de una especie infinitamente superior al hombre actual.
Sólo una enorme cantidad de electricidad descargada durante unas horas o unos
minutos podrá modificar la estructura psicomental de este infeliz Homo sapiens
que ha dominado la historia hasta ahora. Habida cuenta de las posibilidades
ilimitadas del hombre posthistórico, la reconstrucción de una civilización
planetaria podría realizarse en un tiempo récord. Como es lógico, sobrevivirán
únicamente unos cuantos millones de individuos. Pero ellos representarán otros
cuantos millones de superhombres. Por eso utilizaba la expresión «escatología de
la electricidad», y tanto el fin como la salvación del hombre se alcanzarán por
medio de la electricidad.
Se calló y, sin mirarlo, apuró su vaso de cerveza.
—¿Por qué está tan seguro de que la electricidad
liberada por las explosiones nucleares forzará una mutación de orden superior?
Igualmente podría provocar una regresión en la especie.
El joven volvió la cabeza y lo miró con severidad,
casi con rabia.
—No estoy seguro, pero quiero creer que así será. De
lo contrario, ni la vida ni la historia del hombre tendrían sentido. En ese
caso estaríamos obligados a aceptar la idea de los ciclos cósmicos e
históricos, el mito de la eterna repetición..:"
Corporizaciones
del Mundus Imaginalis
Igualmente estimo necesario transcribir la parte
correspondiente al diálogo "imaginal" entre el protagonista
-Dominique Mateo (también críptico, pues Domingo remite a Señor-Domingo-Sol, y
Mateo al evangelista), y su "alter ego"
"... El día se anunciaba sofocante. Se quitó la
blusa y se puso el pijama más fino que encontró en el armario. A continuación,
se tumbó en la cama. «Desde luego, sabes muy bien que no ha sido sonambulismo»,
oyó decir a su pensamiento. «Te has comportado como debías, para crear las
confusiones necesarias. Pero en adelante ya no tendremos necesidad de ellas.»
—Mi doble —musitó sonriendo—. Siempre responde a las
preguntas que me dispongo a hacerle. Como un auténtico ángel de la guarda.
«Esta fórmula también es correcta y útil.»
—¿Es que hay otras más?
«Muchas. Algunas son anacrónicas o están anticuadas,
sin embargo, otras son bastante actuales, especialmente allí donde la teología
y la práctica cristiana han sabido conservar las tradiciones mitológicas
inmemoriales.»
—¿Por ejemplo? —preguntó sonriendo de buen humor.
«Por ejemplo, además de los ángeles y ángeles
custodios, las potestades, arcángeles, serafines y querubines. Seres intermediarios
por excelencia.»
—Intermediarios entre el consciente y el inconsciente.
«Evidentemente. Pero también entre la naturaleza y
el hombre, entre el hombre y la divinidad, la razón y el cros, lo femenino y lo
masculino, la luz y las tinieblas, la materia y el espíritu...»
Se percató de que estaba riéndose y se incorporó.
Miró atentamente a su alrededor unos instantes y murmuró pronunciando muy
despacio las palabras:
—Así pues llegamos a mi vieja pasión, la filosofía.
¿Conseguiremos acaso demostrar alguna vez lógicamente la realidad del mundo
exterior? La metafísica idealista sigue pareciéndome hoy la única construcción
perfectamente coherente.
«Nos hemos desviado de nuestra conversación, volvió
a oír a su pensamiento. «El problema no era la realidad del mundo exterior,
sino la realidad objetiva del "doble" o del ángel de la guarda. Elige
el término que te convenga. ¿No es cierto?»
—Muy cierto. No puedo creer en la realidad objetiva
de la persona con la que estoy hablando. La considero mi "doble".
«En cierto sentido, así es. Pero eso no significa
que no exista de modo objetivo, independiente de la conciencia cuya proyección
parece ser.»
—Me gustaría convencerme, pero...
«Lo sé. En las controversias metafísicas las pruebas
empíricas carecen de valor. ¿Pero no te gustaría recibir ahora mismo, dentro de
un segundo o dos, un ramo de rosas recién cogidas del jardín?»
—¡Rosas! —exclamó con emoción y cierto temor—.
Siempre me gustaron las rosas.
«¿Dónde quieres ponerlas? Desde luego, en un vaso
no.»
—No, desde luego que no. Pero una rosa en la mano
derecha, tal y como la tengo ahora, abierta, otra en las rodillas, y una tercera,
bueno digamos...
En ese instante advirtió que tenía entre los dedos
una hermosísima rosa de color sangre fresca, y en las rodillas, con equilibrio
inestable, se movía otra.
«¿Y la tercera? ¿Dónde quieres colocar la tercera
rosa..?
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