martes, 8 de enero de 2013

Cinesofía en El hombre sin edad-Tiempo de un centenario




Del relato novelado Tiempo de un centenario escrito por Mircea Eliade en París durante el año 1976, el cineasta Francis Ford Coppola escribió el guión cinematrográfico y dirigió la película Youth Without Youth (2007), estrenada en España en DVD y Blu-ray con el título  El hombre sin edad, siendo su protagonista principal Tim Roth.


Me han sido necesarias dos visionados de la película El hombre sin edad y la lectura apresurada y entrelíneas de la novela Tiempo deun centenario (Kairós, 1999; Alianza, 2007) para comprender mejor ambas obras y para ratificarme en mi primera impresión de que hay algunos elementos biográficos de Eliade y, obviamente, parte de su cosmovisión, adquirida como prestigioso historiador de religiones comparadas, lector de autores esotéricos (Guénon incluido) y de psicólogos como Jung. En la novela se menciona hasta tres veces a Jung y está claro que el arquetipo del Anima (Eterno Femenino) de la psicología junguiana está representada por las dos amadas del protagonista.


Mircea Eliade en este libro nos muestra a un erudito profesor rumano (como él) que se adentra en  el estudio y redacción de una Obra Magna centrada en la historia del lenguaje y del conocimiento que, ya anciano y con problemas de memoria, es consciente de que no va a poder concluir dicha historia. Pero todo cambia cuando un rayo cae sobre él y pasa a tener la apariencia física que siendo treintañero, a la par que va adquiriendo una serie de facultades paranormales que le permitirán dar cumplimiento a su Magnum Opus si así lo desea. 


 La transformación psíquico-intelectiva y física que le aporta el rayo le convierte en un mutante, en un anticipo de lo que él espera que se conviertan los seres humanos tras el apocalipsis nuclear, el hombre posthistórico. "Tras la electrocución, su actividad mental anticipaba en cierto modo la condición que adquiriría el hombre durante varios miles de años. La característica principal de la nueva humanidad sería la estructura de la vida psicomental. Todo lo que antaño había pensado o realizado el hombre, expresado de forma oral o escrita, se recuperaba mediante determinado ejercicio de concentración. En realidad, la educación consistiría entonces en el aprendizaje de ese método bajo la supervisión de unos instructores capacitados... (...)  En cierto modo, mi experiencia tiene un valor ejemplar. Si alguien me dijera que entre nosotros hay santos o auténticos magos o bodhisattva o cualquier clase de personas dotadas de poderes milagrosos, lo creería. Por su propio modo de existir, esos hombres no pueden ser reconocidos por los profanos".

 Mircea Eliade conocía multitud de tradiciones religiosas y alguna que otra esotérica, y no en vano formó parte del Círculo Eranos en Ascona (Suiza).  Su novela corta aúna varios temas arquetípicos sobre los que escribió ensayos diversos y también deja espacio a la imaginación en varias páginas como acontece al encontrarse con el inmortal Conde de Saint Germain, por ejemplo (momento excluido en las dos horas de metraje de la película, pero que seguro que Coppola lo tenía incluido en el proyecto fílmico de tres horas inicial).

Sólo al leer el libro se entera uno de que el impacto del rayo tuvo lugar en un Domingo de Resurrección, y que hay fechas clave a lo largo de esta "juventud sin juventud" del protagonista que tienen que relacionarse con momentos importantes en los rituales seculares (solsticios,  1 de noviembre, etc.). Hasta la dedicatoria puede ser críptica pues el relato está dedicado a su Sybille (pero en la cábala fonética quizás lo sea a la Síbila, lo cual es muy probable dado el tono apocalíptico visionario de la novela).
El hombre posthistórico

Interesante considero transcribir estos párrafos de lo escrito por Eliade  para poder comprnder algunas claves de esta novela y de la película:

"Una respuesta provisional podría ser la siguiente: Tras las guerras nucleares que estallarán, muchas civilizaciones, incluyendo la occidental, serán destruidas. Sin duda, esas catástrofes desencadenarán una ola de pesimismo desconocida hasta entonces en la historia de la humanidad, una desmoralización general. Aunque no todos los supervivientes cedan a la tentación de suicidarse, muy pocos tendrán la suficiente vitalidad para tener fe en el hombre y en las posibilidades de una humanidad superior a la especie del Homo sapiens. Descubiertos y descifrados entonces, estos testimonios podrían hacer de contrapeso a la desesperanza y a la voluntad universal de extinción. Por el simple hecho de que ponen de manifiesto las posibilidades mentales de una humanidad que nacerá en un futuro lejano, estos documentos demuestran, porque la anticipan, la realidad del hombre posthistórico... "
(...)
"—Probablemente sea el último optimista europeo. Como todo el mundo, sé lo que nos aguarda: el hidrógeno, el cobalto y todo lo demás. Pero, a diferencia de otros, intento hallar un sentido a esa catástrofe inminente y, por ello, hago las paces con ella, tal y como nos enseña el viejo Hegel. El auténtico sentido de la catástrofe nuclear no puede ser más que el siguiente: la mutación de la especie humana, la aparición del superhombre. Sé que las guerras atómicas destruirán pueblos y civilizaciones y transformarán una parte del planeta en un desierto. Pero ése es el precio que hay que pagar para liquidar radicalmente el pasado y forzar la mutación, es decir, la aparición de una especie infinitamente superior al hombre actual. Sólo una enorme cantidad de electricidad descargada durante unas horas o unos minutos podrá modificar la estructura psicomental de este infeliz Homo sapiens que ha dominado la historia hasta ahora. Habida cuenta de las posibilidades ilimitadas del hombre posthistórico, la reconstrucción de una civilización planetaria podría realizarse en un tiempo récord. Como es lógico, sobrevivirán únicamente unos cuantos millones de individuos. Pero ellos representarán otros cuantos millones de superhombres. Por eso utilizaba la expresión «escatología de la electricidad», y tanto el fin como la salvación del hombre se alcanzarán por medio de la electricidad.
Se calló y, sin mirarlo, apuró su vaso de cerveza.
—¿Por qué está tan seguro de que la electricidad liberada por las explosiones nucleares forzará una mutación de orden superior? Igualmente podría provocar una regresión en la especie.
El joven volvió la cabeza y lo miró con severidad, casi con rabia.
—No estoy seguro, pero quiero creer que así será. De lo contrario, ni la vida ni la historia del hombre tendrían sentido. En ese caso estaríamos obligados a aceptar la idea de los ciclos cósmicos e históricos, el mito de la eterna repetición..:"

Corporizaciones del Mundus Imaginalis

Igualmente estimo necesario transcribir la parte correspondiente al diálogo "imaginal" entre el protagonista -Dominique Mateo (también críptico, pues Domingo remite a Señor-Domingo-Sol, y Mateo al evangelista), y su "alter ego"

"... El día se anunciaba sofocante. Se quitó la blusa y se puso el pijama más fino que encontró en el armario. A continuación, se tumbó en la cama. «Desde luego, sabes muy bien que no ha sido sonambulismo», oyó decir a su pensamiento. «Te has comportado como debías, para crear las confusiones necesarias. Pero en adelante ya no tendremos necesidad de ellas.»
—Mi doble —musitó sonriendo—. Siempre responde a las preguntas que me dispongo a hacerle. Como un auténtico ángel de la guarda.
«Esta fórmula también es correcta y útil.»
—¿Es que hay otras más?
«Muchas. Algunas son anacrónicas o están anticuadas, sin embargo, otras son bastante actuales, especialmente allí donde la teología y la práctica cristiana han sabido conservar las tradiciones mitológicas inmemoriales.»
—¿Por ejemplo? —preguntó sonriendo de buen humor.
«Por ejemplo, además de los ángeles y ángeles custodios, las potestades, arcángeles, serafines y querubines. Seres intermediarios por excelencia.»
—Intermediarios entre el consciente y el inconsciente.
«Evidentemente. Pero también entre la naturaleza y el hombre, entre el hombre y la divinidad, la razón y el cros, lo femenino y lo masculino, la luz y las tinieblas, la materia y el espíritu...»
Se percató de que estaba riéndose y se incorporó. Miró atentamente a su alrededor unos instantes y murmuró pronunciando muy despacio las palabras:
—Así pues llegamos a mi vieja pasión, la filosofía. ¿Conseguiremos acaso demostrar alguna vez lógicamente la realidad del mundo exterior? La metafísica idealista sigue pareciéndome hoy la única construcción perfectamente coherente.
«Nos hemos desviado de nuestra conversación, volvió a oír a su pensamiento. «El problema no era la realidad del mundo exterior, sino la realidad objetiva del "doble" o del ángel de la guarda. Elige el término que te convenga. ¿No es cierto?»
—Muy cierto. No puedo creer en la realidad objetiva de la persona con la que estoy hablando. La considero mi "doble".
«En cierto sentido, así es. Pero eso no significa que no exista de modo objetivo, independiente de la conciencia cuya proyección parece ser.»
—Me gustaría convencerme, pero...
«Lo sé. En las controversias metafísicas las pruebas empíricas carecen de valor. ¿Pero no te gustaría recibir ahora mismo, dentro de un segundo o dos, un ramo de rosas recién cogidas del jardín?»

—¡Rosas! —exclamó con emoción y cierto temor—. Siempre me gustaron las rosas.

«¿Dónde quieres ponerlas? Desde luego, en un vaso no.»

—No, desde luego que no. Pero una rosa en la mano derecha, tal y como la tengo ahora, abierta, otra en las rodillas, y una tercera, bueno digamos...

En ese instante advirtió que tenía entre los dedos una hermosísima rosa de color sangre fresca, y en las rodillas, con equilibrio inestable, se movía otra.

«¿Y la tercera? ¿Dónde quieres colocar la tercera rosa..? 



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