- "El camino interior de C.G.Jung se halla aquí presentado bajo diversos ángulos, pero siempre dentro de esa luz que es su centro y su meta: el ser consumado y radiante nacido del sacrificio del yo, ése que las grandes enseñanzas de la humanidad llaman el hombre divino, el hombre nuevo, el gran hombre y que el padre de la psicología compleja inspirándose en la India, ha llamado el "Sí-Mismo". Fuera de esta claridad, no podemos sino perdernos en la selva germánica de la obra junguiana, tanto más fácilmente en cuanto que los treinta volúmenes que la componen han sido escritos a niveles diversos y marcan las etapas de una larga búsqueda" (16-17).
- "El numen, la potencia sobrenatural, inspira un terror religioso, el horror de los latinos. Y es que ante una potencia así, la autonomía del yo y de su universos habitual corren peligro", dice Perrot, (28).
- La búsqueda del Grial, "forma eminentemente occidental de la búsqueda interior" es a empresa para la cual Jung se siente encomendado, cuando está en la India ( 30).
- "Los años en que yo trataba de aclarar las imágenes internas constituyeron la época más importante de mi vida... Toda mi actividad posterior consistió en perfeccionar lo que brotó del inconsciente, y que comenzó inundándome a mí. Constituyó la materia prima para la obra de mi vida" (Memorias de Jung).
- "Aprendió porque padeció", decía San Pablo sobre Jesús en la Epístola a los Hebreos, y Esquilo, antes, había dicho que Zeus determinó que los hombres adquirirían la sabiduría por el sufrimiento. Así le aconteció a Jung. Su obra es fruto de su experiencia al afrontar su propia realidad interior.
- En su técnica psicoterapéutica dice que hay que dejarse hacer psíquicamente, ha que dejar que las cosas sucedan. Los símbolos cumplen la función mediadora.
- Los arquetipos son, en suma "estructuras intermedias entre el fondo incognoscible del universo y la conciencia individual".
"Expuso la hipótesis científica de un plano, común a todos los hombres, compuesto de representaciones y fuerzas que pertenecen, algunas a nuestra familia étnica o religiosa, otras al conjunto de la humanidad" (41). Es el inconsciente colectivo.
- "El término elegido para designar la Totalidad es el de Sí-Mismo, tomado de la India, donde el pronombre reflexivo "atman" sirve para designar el fondo impersonal o transpersonal del individuo, que es igualmente el del Universo. El Sí-Mismo junguiano es una conjunción de opuestos... Es el punto de partida donde el ego se desprende de su subjetividad y de sus deseos para alcanzar una especie de objetividad psíquica acompañada de serenidad... Habiendo constatado empíricamente la identidad entre los símbolos del Sí-Mismo, tal y como aparecen en la experiencia psíquica, y los de la divinidad, concluye de todo esto que la imagen de Dios coincide con el arquetipo del Sí-Mismo. Es una especie de "Dios dentro de nosotros", dice en "El yo y el inconsciente", porque el sujeto que ha llevado a cabo una realización de esta índole siente su yo-ego subordinado a una instancia superior convertido en "el objeto de un sujeto que lo abarca" y puede declarar: "no vivo yo, me vive", frase muy próxima a la de San Pablo: "Pues ahora no vivo, sino Cristo vive en mí" (46).
- Ahora bien, dejó claro que "El Sí-Mismo no ocupa nunca el puesto ni el lugar de DIOS, pero puede ser un receptáculo para la gracia divina".
- Y dice: "Mi vida es la historia de una realización del Sí Mismo por el inconsciente". La base de su obra fue lo que le aconteció entre 1913 y 1918. Allí contactó con Filemón-Elías, el Viejo Sabio. Su presencia "es la mejor garantía de la autenticidad de la enseñanza del viejo maestro, más allá de lo personal, en términos guenonianos: de su "regularidad iniciática". De él dice Jung: "A veces se me aparecía de un modo casi real. Me paseaba con él por el jardín, y era para mí lo que los indios definen como Guru". A esta conclusión llegó tras conversar en la India, en 1938, con un sabio indio que afirmaba haber tenido como maestro, guru, al espíritu de Shankaracharya, fallecido muchos siglos atrás. Era un caso similar al suyo: un "espíritu" le sirvió de guru en aquel período de confrontación con "lo inconsciente".
- "La palabra Yoga proviene de la misma raíz que "jugum", yugo, y designa un medio de "unión" con el principio divino que es la verdadera esencia del individuo y el mundo, del microcosmos y el macrocosmos. Jung asimila la alquimia , y por lo tanto su propia vía, al yoga tántrico. Es la vía izquierda. Desemboca en el inconsciente que corresponden empíricamente al lado izquierdo del hombre. La alquimia y el yoga tántrico se enfrentan a la oscuridad para que surja la luz del seno de las tinieblas. En esto se distinguen de las vías luminosas, o de la mano derecha, del lado consciente, que conducen al ser a la contemplación de la luz y de las imágenes celestiales, provocando así un incremento de lo consciente frente a la sombra, a la oscuridad, relegada provisionalmente al reino del demonio, a las fuerzas del mal. Por encima de todos los métodos, de todos los ejercicios variados hasta el infinito, el tantra, cuyo nombre significa "urdimbre de una tela", descansa en el principio de que el Absoluto no debe ser captado fuera del mundo, elevándose por encima de él, sino a través de la multiforme realidad de la vida. El dios creador Shiva es inseparable de su esposa, la Shakti, cuyo nombre significa Potencia. ella es el aspecto positivo de Maya, conocida en Occidente bajo su forma negativa de ilusión cósmica. Por ella y en ella es como el dios crea la formas, y por ella y en ella es como se puede llegar a él. Coincide exactamente en esto con la doctrina católica de María, mediadora universal que se resume en el aforismo, fruto de una experiencia espiritual: "Ad Jesum per Mariam", o en términos hindúes: "A Shiva por la Shakti". María está asimilada, según la sabiduría presente, cerca de Dios durante a creación del mundo (Proverbios, ca.VIII). ¿Y qué es el inconsciente colectivo sino la generosa madre de las formas y las imágenes, la incansable proveedora de energías. Los hindúes declaran que en el ciclo presente de la humanidad, el Kali-Yuga, la edad sombría, la vía tántrica es la que mejor se adapta a la estructura del hombre. No se puede llegar al espíritu de modo eficaz y seguro, sino a través del alma, con todo lo que tiene de turbio, como la vida misma. Es lo que Jung encontraba en la imagen de Cristo tan largamente meditada por él y representada como "homo circumdatus faemina", el hombre (el espíritu) rodeado por la mujer (el alma)", 88.
- "La doctrina de Jung es esencialmente un camino, un dinamismo.., una nueva versión de la marcha inmemorial del hombre hacia la búsqueda de su fin, conforme a las exigencias de a época, y en la cual el hombre se realiza a la vez que va más allá de sí mismo. Si el viaje interior del hombre tiene siempre la misma meta: el acceso al hogar central -que es divino-, su punto de partida y sus peripecias varían siguiendo los ritmos de la historia que gobiernan la manifestación de lo inmutable indescriptible" (91).
- "El centro del alma humana es la sede de una prodigiosa energía, un "misterio indecible" y si quiere no acercarse a ese centro abandonando el "terreno inofensivo del intelecto", es decir, con seriedad y uniendo la palabra a la acción, su resplandor es insoportable y hace enmudecer las palabras. Mirarlo de frente y querer hablar de él directamente es exponerse a una desintegración psíquica. Por eso, en el Sinaí, cuando Moisés pidió al Eterno que le manifestara su gloria, Dios le amonestó por su imprudencia diciéndole: "No me verá hombre ninguno, sin morir". Queriendo, no obstante, agradar a su servidor, le hizo esta proposición: "Al tiempo de pasar mi gloria, te pondré en el resquicio de una peña, y te cubriré con mi mano derecha, hasta que yo haya pasado. Después apretaré la mano, y verás mis espaldas". Moisés no pudo contemplar sino la huella de Dios, su reflejo, su imagen. En suma, eso es lo mismo que hace Jung cuando declara que sólo quiere limitarse a describir la fenomenología del centro, es decir, las diferentes formas bajo las cuales aparece en la conciencia y principalmente en los sueños y en los mitos. En términos alquímicos, Jung permaneció fiel a sus descripciones, a la "vía húmeda", aquella donde se observan las fases de la gran aobra en su reflejo sobre la pared del Cáliz de cristal, a saber, en las imágenes. En el lenguaje simbólico, imagen humedad son sinónimos. No hay forma en el fuego: el fuego quema las formas. Es por lo que los aspectos ígneos del centro resisten a toda expresión. Jung hubiera podido decir como un autor alquimista del siglo XIX: "Seguí de preferencia la vía húmeda por deber, aunque la seca me sea más familiar". Estas palabras podrían ser repetidas por todo verdadero artista hermético. En sus memorias Jung declara explícitamente haber sido incitado a permanecer fiel a la vía de las imágenes, cuando podría haber ido más allá en su "confrontación con el inconsciente"..:" (91-92).
- "Acceder al centro del hombre significa el alcanzar aquí y ahora el punto situado fuera del espacio y el tiempo, que es nuestro principio y nuestro fin. Pero el tiempo es inseparable de la eternidad, como la Shakti del dios creador. No se puede permanecer en el centro separado de la circunferencia. La fascinación por el centro es un terrible peligro: puede conducir al suicidio físico y psíquico. La cábala declara que el eque entra en el Paraíso y sabe salir de él, es un bienaventurado, pero si alguien entra y no sabe salir, valdría más que no hubiera nadie nunca. La India se hace eco de la tradición hebraica: "En las tinieblas ciegas entran aquellos que se consagran al no-devenir (es decir, a la inmovilidad del centro, a la eternidad separada del tiempo, según Shri Aurobindo), dice el "Isha Upanishad". Algunas célebres catástrofes psíquicas, como la de Hölderlin, ilustran el buen fundamento y la gravedad de la advertencia. Pero, añade el Upanishad, "disolución (paso al centro) y devenir (presencia en la circunferencia), el que conoce Eso (la totalidad del Sí-Mismo) como dos cosas a la vez, habiendo franqueado la muerte por la disolución, goza de la inmortalidad, por el devenir", vive "en el tiempo" de instante sin consideración de antes ni después, lo que es "la vida eterna").
Teniendo en cuenta la preocupación de permanecer siempre sólidamente amarrados a la vida en sus múltiples formas, se puede decir que la Individuación Junguiana es una transición del exterior al interior, de la periferia al centro. Es el movimiento de retorno que, en estado de plena conciencia, nos conduce al punto de partida de la existencia en el momento en que estábamos completamente inconscientes. Por eso debo advertir que, después de Jung, una persona joven se verá en un callejón sin salida si quiere dedicarse a la realización interior ignorando los problemas concretos de la última fase de a infancia y sin haber afrontado aún las tareas de adulto. Hay que hacer frente a la vida a riesgo de percatarse, llegado el caso, de que la presión interior exige que se sacrifiquen perspectivas fáciles y se acepten extraños caminos cuya salida es imprevisible. No está exenta de miedo y deseo de evasión la actitud inversa, y es asombroso constatar que muchas veces la atracción por lo espiritual y lo oculto va acompañada de una fuga ante los problemas personales concretos, lo que equivale a empezar la casa por el tejado. Es necesario que el árbol crezca y se desarrolle antes de concentrar su energía en la redondez del fruto..." (98).
- "De la misma forma que el Buda negaba ser un innovador y declaraba no haber hecho sino "abrir de nuevo el viejo camino", Jung, al final de su carrera, insistió en proclamar sin equívoco la identidad de la realización anunciada con las que describen las distintas vías de Oriente y Occidente. Al comenzar un relato detallado de este perfeccionamiento alquímico, del cual se sabía también testigo, declara: "No podemos compararlo sino al misterio inefable de la "unyo mystica", al Tao chino, al contenido del "Samadhi" hindú, a la experiencia del Satori en el zen, estados que nos permiten entrar en la esfera de lo impreciso por excelencia, y en la extrema subjetividad donde todos los criterios pierden su valor" (Mysterium Coniuntionis). Esta realización da muestras de evidencia; sus descripciones no pueden hablar sino con aquél que lo haya logrado; para alguien que la ignore permanecerá tan impenetrable como las explicaciones sobre el color rojo daltónico. Unas páginas más adelante Jung, consciente del carácter poco habitual de los pensamientos que debía exponer, afirmaba con vehemencia poco frecuente en su obra: "Aconsejo a los lectores que me critiquen, que dejen a un lado los prejuicios, que prueben el camino que he descrito, o si no, que suspendan su juicio y admitan que no comprenden nada. Desde hace treinta años que estudio estos procesos psíquicos, he adquirido la certeza de que los alquimistas, así como los grandes filósofos de Oriente, se refieren a tales experiencias y que, esencialmente, es nuestra ignorancia de la psique la que nos hace atribuirles el calificativo de místicas".
- "La Individuación es un resurgimiento de la mística. Esta palabra asusta, lo sé, sin duda a causa de sus implicaciones dogmáticas y también a causa de los fenómenos a los que se le asocia: éxtasis, desfallecimientos diversos que son, según la opinión de los místicos, consecuencias de una posición insuficientemente asentada. De manera más profunda, la desconfianza que inspira el término de "místico" es una secuela de la visión racionalista del hombre. Para disipar estas brumas lo más práctico es recurrir a la filología, disciplina que sirve de base a toda filosofía, según Friederich Nietzsche. "Mística" viene del griego "muo": callarse, guardar silencio. "Mysticos" califica la ciencia experimental secreta del sentido profundo del hombre y el mundo, en la que se era introducido por medio de la revelación de los Misterios antiguos. Estos manifestaban las leyes del inconsciente y de la realización interior a través de mitos y ritos. Su revelación estaba rodeada de las mayores precauciones, y divulgarla significaba incurrir en una falta castigada con la pena de muerte. Semejante severidad se nos hace difícilmente comprensible, dado el cambio de las condiciones históricas. Esto no impide que podamos discernir con cierta facilidad el secreto, la muda veneración que debe envolver las operaciones desarrolladas en lo más profundo del alma, y que nos permiten pasar de la condición mortal al centro, residencia de los dioses (y de Dios). Jung declara textualmente que la Individuación es una "Unyo Mystica" en sus memorias, y dice haber encontrado la mejor descripción occidental de la unión de los contrarios en la "Noche Oscura" de San Juan de la Cruz (lo señala en su libro "Psicología y simbólica del arquetipo"). Vemos que, por definición, la picología de las profundidades es mística y que es ridículo querer separar de ella un calificativo considerado como infamante. Pusilanimidad semejante no puede dar como resultado otra cosas que la obstrucción de un camino inmenso, despojándola de su originalidad y sentido". (85).
- "No es posible calificar de "mística" esta vía sino interpretando este término según su origen griego, pagano, y relacionándolo con las antiguas iniciaciones que, después de múltiples y variadas pruebas conferían a sus adeptos un conocimiento íntimo del hombre y, a la vez, del universo, clave de él. La individuación junguiana, mística sin Dios sdefinido, conduciendo a la indescriptible paz del Sí-Mismo, se hallaba, a partir de ese momento, muy próxima a la alquimia, heredera y continuadora de los misterios de Egipto y Grecia" (se refiere Perrot a la situación de la obra junguiana hacia 1928). Y respecto al "sin Dios definido", aclara lo siguiente: "Definir a Dios, es decir, limitar el Infinito, ¿no es tan absurdo como querer que el océano quepa en un vaso? Y una temeridad semejante, ¿no es una blasfemia?".
- "Aún queda algo por decir sobre la acción del Centro. La unión de los opuestos realizada en la conciencia no es la solución de un problema geométrico. Es una operación vital que provoca el abrasamiento de un fuego radiante. El Sí-Mismo actúa como el sol, por su simple presencia. Su forma de acción es el "wu wei", la acción no-activa de los antiguos chinos." (112). Es "wu wei" es la clave del Proceso de Individuación: "no soy yo quien me estoy creando, dejo que las cosas ocurran en mí", confesaría Jung, sobreentendiéndose, como advierte Perrot, "sin sustraerme a ninguna de mis tareas, a ninguno de mis deberes", como la vida de Jung ha demostrado. "Pero esto exige, evidentemente, mucha paciencia, mucha humildad", afirma Perrot.
- San Pablo dice de Cristo: ¿Por qué se dice que subió, sino porque antes había descendido a los lugares más ínfimos de a tierra", Efesios IV, 9.
- "Generalmente nuestros antepasados podían proyectar su aspiración a la certeza y a la salvación en las imágenes y verdades que su Iglesia le proponía. Pero han envejecido las religiones, reducidas a un dogmatismo y formalismo exangües; el hombre de hoy día las rechaza como una prenda usada o demasiado estrecha. Quizá también se han extendido las exigencias que antes eran el patrimonio de un pequeño número. Ahora bien, "el alma es naturalmente religiosa", afirmó Jung. Ella es, en definitiva, el templo de la divinidad, porque en ella y no en otra parte, podemos adorar en espíritu y verdad al Dios que es Espíritu (Juan, IV, 24). Cuando los símbolos exteriores, que tenían por función presentar al hombre las realidades de lo Inconsciente, se convirtieron en algo completamente inadecuado, el Espíritu, siempre en acción en el Centro, crea espontáneamente otros nuevos. Y cuanto mayor es la indigencia exterior, más poderoso se hace el empuje interior, porque la naturaleza, la divina naturaleza, tiene horror al vacío. Y aquí es donde la psicología de las profundidades se une, en su marcha y en sus descubrimientos, al camino de la alquimia" (155). En su obra magna, Mysterium Conniunctionis dice Jung que su hermenéutica no hace sino hallar de nuevo el sendero perdido de la alquimia, si bien, coincido con Perrot cuando afirma que "ninguna descripción psicológica, científica en el actual sentido de la palabra, logrará jamás agotar las riquezas del tesoro alquímico"
- "Tenemos la ventaja, sobre los antiguos, de poder descorrer el velo del templo. Esto no se debe únicamente a las condiciones exteriores, al debilitamiento del magisterio eclesiástico y sus rigores, sino, sobre todo, a la marcha del ciclo histórico, del que la ruina de las iglesias no es sino un aspecto inseparable del resto. La desintegración de la materia efectuada por los físicos, verdadera gran obra "al revés", nos lleva a la necesidad de operar, a guisa de contrapreso, la reconstrucción del hombre en su divina plenitud, si queremos que sobreviva a humanidad. Jung, fenómeno espiritual oculto bajo la vestidura y los rasgos de un apacible burgués suizo, ha sido el filósofo de la era atómica que dijo a voces lo que hasta entonces se murmuraba al oído en cadenas de iniciación (porque las ha habido) y mostró como la angustia del hombre moderno, su descenso a los "infiernos", presagia y prepara el nacimiento en él de la misteriosa armonía del Sí-Mismo, término que corresponde al "atman" de la India, y a la que se le otorgaban atributos divinos, de la misma forma que los alquimistas cuando hablan de su "Piedra". (242).
- "La alquimia, junto con la psicología de las profundidades, representan un medio de tratar la obra interior sin recurrir a un vocabulario religioso con visos de dogmatismo y moralismo. Por esa misma razón, Fulcanelli mantuvo deliberadamente ciertos motivos religiosos fuera del ámbitode sus interpretaciones herméticas. La preocupación "científica" que quiso conservar Jung a toda costa, correspondía a la misma inquietud" (259).
- Para Jung lo importante no es tener "una visión", por decirlo así, sino actuar sobre ella. Perrot explica su por qué: "Jung, maestro moderno de a realización interior, ponía así el dedo en una de las debilidades más frecuentes de la actitud psicológica: la de considerar la aparición de las imágenes y su interpretación intelectual como algo que se basta a sí mismo. Ahora bien, el descubrimiento del ámbito de la imaginería de lo inconsciente, por muy poblado que esté de seres celestiales, no provocará el menor resultado práctico ni la menor transformación en tanto que el "explorador" no halla transmutado esas bellas formas en un acto de adhesión práctica, estrujándolas, en cierto modo, para extraer e integrar la "energía" de la que eran vehículo. De esta manera podemos "extralimitar" las formas, atravesándolas según la regla de nuestra vía tántrica, que nuestra mentalidad moderna nos obliga a respetar. La belleza de las representaciones seguirá siendo vana sin este acto de voluntad. Jung ha expuesto magistralmente en "El secreto de la Flor de Oro" por qué la mentalidad moderna, reseca de claridad en su punto extremo, no podía, de una manera general, amoldarse a la actitud del budismo y el Zen, en lo que se refiere al rebasamiento inmediato de las imágenes, y los occidentales practicantes de la vía de San Juan de la Cruz (la de la mano derecha, aclaro yo), saben hasta qué punto esta vía seca exige, en un momento dado, el complemento de la vía húmeda de la alquimia y la psicología compleja. Es una situación que lleva consigo la necesidad de nuevas adaptaciones prácticas, sin prejuicios, claro, de las excepciones y fuera de todo juicio de valor sobre la superioridad de tal o cual vía" (288).
- "La realización de la "Piedra", la Individuación, conduce a la sabiduría, a una sabrosa ciencia en la que la razón no desempeña sino el papel secundario de sirvienta. Estas serían las últimas palabras de este gran sabio que es Jung, la meditación que pone fin a su autobiografía. Toma como tema una frase del filósofo por excelencia del "no-saber", del abandono, de la infinita oscuridad, superior a las limitaciones de la claridad: Lao Tse. He aquí el texto de Jung en sus memorias:
"Todos los hombres tan llenos de claridad: sólo yo estoy lleno de oscuridad", eso es lo que siento a mi avanzada edad. Lao Tse es el ejemplo de un hombre con inteligencia superior que vio y experimentó el valor y la imperfección y que deseaba al fin de su vida volver a su propio ser, al sentido eterno incognoscible".
No hay que tomar estas frases como una confesión de impotencia. Sabemos que la adhesión a ese Tao incognocible es una ciencia oscura que calma y apaga todos los deseos, una posesión del Todo infinito, que es a la vez una posesión por el Todo, sin más conocimiento del detalle que el que nos es dado de instante en instante, fieles a ese Todo al que nos adherimos. Es lo que expresaba un gran alquimista del siglo XVI, Johan Valentin Andreae: "La suprema ciencia es el no saber nada".
No debemos tender al conocimiento independiente del inconsciente, sino permanecer a la escucha del mismo y traducir dócilmente lo que nos enseña, cumplir con lo que nos pide... incluso aventuras intelectuales, puesto que éstas serán conducidas a partir del Fondo realizado. El hombre que se halla en este camino es un centro. Encierra en él la Totalidad, o más bien, se une a la Totalidad, y siendo ésta por definición infinita, revela a través del hombre sus indistintos aspectos. La Individuación no es uniformización diluida en lo indiferenciado, sino al contrrio, la capacidad dada a cada uno para expresar el aspecto del Todo que puede revelar por vocación, una idea divina que sólo él puede realizar. Este es el hombre nuevo del que habla el Apocalipsis: "Al que venciere le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita esculpido un nombre nuevo, que nadie lo sabe, sino aquel que lo recibe" (II, 17).
Por consiguiente, al hablar yo de la necesidad de hacer de cada uno de nosotros un centro, y del interés de contemplar, inmóvil, el zodíaco y la vía láctea, no me refiero al plano científico, sino al de la Imaginación Creadora. No cabe duda de que se tachará esta visión de egotismo -reproche que se le ha hecho ya a Jung-, pero al confundir el yo con el Sí-Mismo es el contrasentido más frecuente y total, ya que precisamente el Sí Mismo no vive sino por la "inmolación" del yo. No obstante, tiene que realizarse aquí, en mí; en mí debe nacer el centro transpersonal ... Si no llevo a cbo mi realización, será un engaño pretender dar algo a los demás, puesto que estaré desprovisto de sustancia real. No podemos dar sin haber empezado a "ser" y, para ello, la actitud justa es la de instalarnos firmemente en el corazón del mundo hasta que se actualicen en nosotros el centro y el eje, sede de la fuente de la vida. San Juan de la Cruz decía también: "Aquél que quiere actuar (para los demás) antes de unirse a Dios, no hará sino un poco más que nada, lo más frecuentemente, y daño más de una vez".." (299-300).
Y AHORA VENGA UNA CRITICA A LA TERMINOLOGIA JUNGUIANA Y UN POCO DE "LENGUAJE DE LOS PÁJAROS":
- "Entre los ingredientes que contribuyen a la formación de la Piedra/No-Piedra, llamada también "piedra encéfala", o sea, "piedra de la cabeza", no son menos preciables esas influencias, perfumes, vibraciones que recorren el espacio alrededor nuestro, cual ondas que no esperan revelare sino receptores sensibilizados, abiertos, y en armonía con ellas. Estas ondas son elementos de lo que Jung llama los arquetipos del inconsciente colectivo, continente inmenso, nombre que abarca todo aquello que trasciende a ego: dioses y demonios, ángeles, figuras santas, manes de los antepasados, larvas, influencia malditas... Buenas y malas, todas se presentan en el umbral de la conciencia de vigilia. Y aquí se presenta un problema de terminología, que es también problema de actitud interior. ¿Cómo dar su verdadero lugar, sin traicionarlas ni empequeñecerlas, a esta grandes figuras vivas, surgidas del pasado, que vienen a transmitirnos mensajes verdaderamente celestiales, ya sea en sueños o en forma de visiones? Cuando el anciano Filemón aterriza al lado de Jung para convertirse en su compañero, cuando alguno de nosotros ve cómo se le aparece el profeta Elías, Teresa de Lisieux, Cristo o la Virgen, el lenguaje menos impropio para traducir lo que semejantes visiones tienen de solemne y saludable, ¡no será el religioso, el lenguaje del mundo al que pertenecen? Si nos empeñamos en conservar la seca terminología científica -nosotros que no poseemos la extraordinaria riqueza emotiva y espiritual de un Jung-, ¡no acabaremos fatalmente por confundir la realidad interior con la palabra que la designa, y no pecaremos de insuficiencia al creer que todo está dicho al calificarlas de "contenidos numinosos del inconsciente colectivo". Como no conozco mejor que otros las leyes que rigen las manifestaciones del Fondo inmanente y trascendente del mundo y del hombre, uniría mi voz a la del autor de la epístola a los Romano para exclamar: "¡Oh, profundidad de los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios, cuán incomprensibles son sus juicios, cuán inapelables sus caminos!"; sin embargo y a pesar de todas las mermas que el medio ambiente nos aflige, me esfuerzo por aumentar sin cesar mi capacidad para evaluar su inconmensurable majestad; me atrevería a decir que me esfuerzo en aprender de nuevo a adorar, a inclinarme, a empequeñecerme ante la grandeza, ejercicio de una importancia y fecundidad sin límites para un psicólogo, un alquimista. Es un hecho que Jung, debido a la NEUTRALIDAD de su vocabulario, ha tendido un puente entre la ciencia moderna y e mundo "irracional", religioso, pero es una actitud provisional, sin duda alguna, que deberá ser superada. Jung es el tronco vigoroso cuyas ramas empiezan a brotar apenas. En el contexto que nos interesa, las corrientes, las influencias que hacia nosotros vienen si las sabemos atraer con ese imán que se llama amor, son las presencias aéreas, aladas, que nuestros antepasados llamaban ángeles, y los ortodoxos, energías divinas; son los rayos que nos vienen del sol espiritual y que van a reflejarse en el espejo de nuestra alma si sabemos limpiarlo del polvo que lo empaña y dirigirlo con precisión. Lo alquimista los llamaban "águilas" que, como Fulcanelli ha observado (con su cabala fonética, aclaro yo), es exactamente la palabra griega ...... que significa la claridad, la luz resplandeciente".
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