viernes, 7 de octubre de 2011

La consciencia cosmogónica en Jung

En el otoño de 1925 Jung, partiendo de Nairobi, se adentró en una gran reserva de caza y captó la importancia cosmogónica de la consciencia.  He aquí cómo describió tal experiencia, un tanto vedantina, en sus Memorias..:


«Desde Nairobi visitamos, en un pequeño Ford, los Athi Plains, un gran coto de caza. Sobre una baja colina en esta amplia sabana nos esperaba un panorama sin igual. Hasta el más lejano horizonte vimos gigantescos rebaños de gacelas, antílopes, ñús, cebras, facóqueros, etc. Los rebaños se movían con un lento fluir, pastando, inclinando sus cabezas; apenas se oía el melancólico grito de un ave de presa. Era el silencio del eterno comienzo, el mundo tal como siempre había sido, en el estado del no-ser; pues hasta hace poco no existía nadie que supiese que se trataba de 'este mundo'.

Me separé de mis acompañantes hasta que ya no les vi y tuve la sensación de estar solo. Ahora era el primer hombre que reconocía que esto era el mundo y que mediante su saber sólo en este instante lo creó. Aquí se me impuso claramente la importancia cósmica de la consciencia. "Quod natura relinquit imperfectum, ars perficit" (lo que la naturaleza deja imperfecto, lo perfecciona el arte), se dice en la Alquimia. El hombre, yo, era el que daba al mundo por primera vez y mediante un manifiesto acto creador, la perfección, el ser objetivo.


Se ha atribuido este acto al Creador, sin pensar que con ello consideramos a la vida y al ser como una máquina basada en cálculos previos, que continúa moviéndose, junto con la psique humana, de un modo absurdo, con arreglo a normas conocidas y determinadas de antemano. Dentro de tan desoladora fantasía acerca de la Creación como maquinaria de relojería, no existe drama alguno de hombre, mundo y Dios, ningún 'nuevo día' que nos lleve a nuevas orillas, tan sólo la monotonía de cursos ya calculados (...)

(...) El hombre es imprescindible en cuanto a la perfección de todo lo creado; él mismo es, incluso, el segundo creador del mundo, el que propiamente otorga el ser "objetual" [existir como objeto] al mundo, sin lo cual seguiría sin ser oído, sin ser visto, pastando en silencio, pariendo, muriendo agachando las cabezas, a través de cientos de millones de años y de la profundísima noche del no ser, hacia un fin indeterminado.

La consciencia humana ha creado el ser objetivo [constatación de ser objetos, o sea la consciencia humana creó la existencia objetiva] y su significado o sentido y mediante ello ha hallado el hombre su puesto indispensable en el gran proceso del ser.»

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