La
inmersión psicótica de Jung tras su ruptura con Freud y su amante Sabina Spilrein comenzó en 1912 y se prolongó hasta 1919.
Todo lo que surgió como lava volcánica irrumpiendo de su inconsciente, a lo que aplicó una técnica que luego denominaría “imaginación activa”,
fue la “materia prima” para su obra científica a la que dedicó el resto de su vida, y ahora buena parte
de tal material lo conocemos al publicase el Libro Rojo en 2010.
"Los años en que yo trataba de aclarar las imágenes internas constituyeron la época más importante de mi vida... Toda mi actividad posterior consistió en perfeccionar lo que brotó del inconsciente, y que comenzó inundándome a mí. Constituyó la materia prima para la obra de mi vida" (Memorias de Jung).
"Los años en que yo trataba de aclarar las imágenes internas constituyeron la época más importante de mi vida... Toda mi actividad posterior consistió en perfeccionar lo que brotó del inconsciente, y que comenzó inundándome a mí. Constituyó la materia prima para la obra de mi vida" (Memorias de Jung).
Aniela Jaffé
señala que “en realidad, el análisis científico de las imaginaciones exigió a
Jung un trabajo bastante prolongado: sólo al cabo de veinte años
aproximadamente consiguió él dar a los contenidos de las mismas una interpretación
más o menos satisfactoria”.
Eso le fue posible porque conoció textos alquímicos en los que creyó encontrar un antecedente histórico a su Psicología de las Profundidades del Inconsciente, que suponía el siguiente eslabón al del Gnosticismo cristiano que había estudiado entre los años 1918-1926 pero que le había dejado insatisfecho. Su primer contacto con un texto alquímico fue en 1928 al leer el libro taoísta-alquimista “El secreto de la Flor de Oro” que le prestara el sinólogo Richard Wilhelm, y para cuya edición en alemán escribió un prólogo vinculando el Proceso de Individuación junguiano con el camino iniciático indicado en dicha obra, especialmente centrándose en el simbolismo del mandala.
Eso le fue posible porque conoció textos alquímicos en los que creyó encontrar un antecedente histórico a su Psicología de las Profundidades del Inconsciente, que suponía el siguiente eslabón al del Gnosticismo cristiano que había estudiado entre los años 1918-1926 pero que le había dejado insatisfecho. Su primer contacto con un texto alquímico fue en 1928 al leer el libro taoísta-alquimista “El secreto de la Flor de Oro” que le prestara el sinólogo Richard Wilhelm, y para cuya edición en alemán escribió un prólogo vinculando el Proceso de Individuación junguiano con el camino iniciático indicado en dicha obra, especialmente centrándose en el simbolismo del mandala.
A
partir de entonces Jung se interesó intensamente por la alquimia y con el
tiempo llegó a tener una biblioteca personal alquimista en su casa de Küsnacht de
más de doscientos títulos de libros e infolios, que prácticamente recopiló
hasta el año 1940.
En
sus Memorias señala que “hubo de
pasar mucho tiempo antes de que pudiera hallar el hilo que guió mis pasos a
través del laberinto ideológico de la alquimia”, y tal hilo lo encontró en la
filología tras hacerse con un léxico de miles de frases alquimistas al cabo de
los años. Yo adopté un método puramente filológico, como si estuviera empeñado
en el aprendizaje de una lengua desconocida. De esta manera fui descubriendo
paulatinamente el significado de las formulaciones alquimísticas. Si bien debo
reconocer que esa labor exigió de mí un esfuerzo continuo durante más de diez
años”.
La
primera publicación que recogía las conclusiones a sus investigaciones se
plasmó, en 1935, con una conferencia de Eranos titulada “Los símbolos oníricos
del Proceso de Individuación” donde interpretaba psicológicamente los símbolos
aparecidos en los sueños de Wolfgang Pauli (1900-1958), uno de los padres de la
Mecánica Cuántica y Premio Nobel en 1945 (que los sueños eran suyos se hizo
público décadas después). Asimismo, al año siguiente y también en Eranos, la
ponencia de Jung fue también junguiano-alquimista: “Los conceptos alquimísticos
en torno a la salvación”. Ambos discursos los refundiría y ampliaría
convirtiéndolos en un libro: Psicología y alquimia (1944). Antes
publicó “Paracélsica”
(1942).
Tan
subyugado estaba por la Alquimia –“engolfado” confiesa él mismo- que cuando Jung viajó a la India en 1937-1938 su libro de cabecera no fue ningún Upanishad o
algún otro texto vedantino sino el primer tomo del “Theatrum Chimicum” (1602) en
el que figuran los textos alquimistas más importantes de Gerardo Dorneo (Gerhard
Dorn), y le dio tiempo de estudiarlo “desde el principio hasta el final”, como
afirma Jung en sus Memorias.
Otra
monografía reseñable fue "Psicología de la transferencia" (1947) en el que
interpretaba los textos e imágenes del "Rosarium Philosophorum" (1550) y los
relacionaba con la transferencia y contra-transferencia entre la persona
psicoanalizada y el psicoanalizador.
Finalmente, el broche de oro a sus
estudios alquimistas fueron los dos tomos suyos de “Mysterium Coniunctionis: investigación
sobre la separación y la unión de los opuestos anímicos en la Alquimia” (1955-56).
En sus Memorias dice: “El Mysterium Coniunctionis constituye el término de la
confrontación de la Alquimia y mi Psicología del Inconsciente. En este libro me
ocupé de nuevo del problema de la transferencia, pero ante todo proseguí mi
antigua tentativa de exponer todo lo que abarca la Alquimia como un tipo de
psicología de la Alquimia, o como una fusión alquímica de la Psicología
Profunda. Sólo con Mysterium Coniunctionis mi psicología se situó definitivamente en la
realidad y se cimentó históricamente como un todo. Con ello mi tarea estaba
terminada, mi obra hecha y concluida. En el instante en que logré mi objetivo
accedí a los límites más extremos de lo para mí concebido científicamente, a lo
trascendente, la esencia del arquetipo en sí, más allá de lo cual ya no es
posible expresar nada más en el aspecto científico”.
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