Simbolismo y psicología de la Navidad y del solsticio
(Artículo de Ángel Almazán publicado en Diario de Soria el 23 de diciembre de 1990)
El período navideño abarca desde la Nochebuena hasta la Epifanía. Son doce días que rememoran a los meses del año y en los que la Iglesia Católica sintetiza, a través de su santoral, su propia génesis. La Navidad es tiempo de esperanza, tiempo de alegría, tiempo de fraternidad. Es también, en la liturgia cristiana, el recuerdo del nacimiento del Niño-Dios-Jesús, y en el inconsciente colectivo supone un momento "sincronístico" para el nacimiento interior del Niño Eterno en la psique de cada uno, en lo más profundo del alma y del espíritu. Y todo ello tiene lugar al amparo mágico del solsticio de invierno.
En la Navidad subsisten, inevitablemente, pautas arquetípicas de comportamiento que han sido comunes a la humanidad desde hace milenios. Al igual que nacemos con una herencia filogenética, otro tanto cabe decir en el plano de la psique. Los ritos, el folclore, los mitos, las religiones y los sueños, así parecen atestiguarlo, como muy bien ha puesto de manifiesto Carl Gustav Jung. Ese fondo común psíquico es el que conforma el inconsciente colectivo y de él emanan los símbolos, entre los cuales ocupan un lugar destacado los relacionados con la Navidad.
El símbolo es como una máquina energética que tiene la capacidad de transformar la psique (el alma). Esta transformación interior puede realizarse consciente o inconscientemente, siempre y cuando sea un "símbolo vivo", o que sea sentido como tal por el Yo consciente o —y no hay que olvidarlo— por el verdadero YO, el Sí- Mismo, es decir, por la "chispa divina" que hay en el ser humano.
Este Sí-Mismo no entiende de credos, ni de dogmas religiosos de ningún tipo. Por ello siente la energía transformadora del solsticio de invierno de idéntica forma en todo tiempo y lugar. Esto significa que el celtíbero numantino o el "piel roja" norteamericano han respondido psicológicamente de una manera similar ante el solsticio como lo hace el soriano de hoy día, aunque quizás con mayor intensidad al vivir en una época en la que el tiempo no era lineal sino cíclico y en la que la sacralidad de la vida y de la Naturaleza era captada y sentida en todo momento.
Dioses solares
Para quién conoce únicamente la religión católica puede parecer una blasfemia equiparar en un mismo nivel simbólico la Natividad de Cristo con la de otros creadores de religiones, así como situar en un mismo plano simbólico a Cristo con cualquier otro Dios o Héroe Solar. Pero un estudio objetivo de la mitología comparada legitima este aserto.
Las coincidencias son muchas: Dionisos, al igual que Mitra, Zeus y Jesús, había nacido en una gruta. De madre virgen, es decir, a través de una teogamia nacieron Perseo, Quetzalcoatl, Proteo, Zoroastro, Lao-Tsé, Buda, Krishna, Jesús y Juan "El Bautista". Asimismo, la muerte en sacrificio de los Dioses y Héroes Solares de las viejas civilizaciones mediterráneas, junto con las de Mitra, Balder y Krishna, son muy semejantes. Todo ello, como ha explicado Jung en "Símbolos de transformación", tiene su origen simbólico en el arquetipo del Sol, con los dos solsticios y su influencia psíquica y física.
Esta similitud simbólica es la que hace coincidir en torno al solsticio de invierno la fecha de nacimiento de numerosos Dioses y Héroes Solares, como sucede con Cristo.
Ahora bien, no siempre se ha conmemorado la Natividad de Cristo en la Nochebuena (madrugada del 25 de diciembre) ni mucho menos.
Los primeros cristianos la festejaban en las fechas más diversas: en torno al año 130, el Papa Telesforo instituye la fiesta navideña que, al parecer, se venía conmemorando desde el año 98 con muchas variaciones (28 de marzo, 2 de enero, 2 y 19 de abril, 20 de mayo, 29 de septiembre, etcétera). Telesforo sitúa el nacimiento de Cristo el 6 de enero, como ya lo venían celebrando las comunidades cristianas orientales. Pero como se continuaba festejando el solsticio con mayor profusión, a mediados del siglo IV se fijará la Natividad del Señor en la Nochebuena actual.
Cristo solar
Más datos. El emperador romano Aurelio instauró la fiesta del “Natalis Solis Invicti” en torno al solsticio de invierno, en el año 274. El escolástico Gregorio Nacianceno escribió que los rituales festivos del Aion y del Sol se celebraban en Alejandría en la noche del 5 al 6 de enero. Los seguidores del dios solar Helios salían en la medianoche del 25 de diciembre de sus santuarios clamando: "La Virgen ha parido, la luz vuelve a crecer". Bernardino de Siena propuso, a la adoración popular, el nombre de Jesús, representándolo con el trigrama IHS inscrito sobre un sol radiante heráldico.
En un himno ambrosiano se invoca a Cristo así: "¡Oh sol salutis!". Eusebio de Alejandría atestigua en sus escritos que los cristianos practicaban la adoración al sol naciente hasta muy entrado el siglo V. En un manuscrito del siglo XI, recogido en el ligro "Los acontecimientos de Persia", editado por Albrecht Wirth, se dice que en una estela estaba inscrita la siguiente dedicatoria: "Al gran dios Zeus, Helios, al rey Jesús".
Y mucho más próximo en el tiempo y a nosotros, en la localidad burgalesa de Quintanilla de las Viñas, en la ermita de Santa María, está labrada la figura de Cristo con una aureola de rayos, circunscrito en un círculo que cogen con sus manos dos ángeles.
Es incuestionable, por tanto, que el simbolismo cristiano está muy vinculado con el solar. "A ello han contribuido dos elementos fundamentales —declara Franco Cardini en "Días sagrados"—. Ante todo el heliocentrismo del lenguaje místico-filosófico helenístico, el cual penetra poderosamente en el cristianismo a través de los apologistas y los padres de la Iglesia, y que luego será revivificado por la tradición hermética del renacimiento. En segundo término se debe a las circunstancias históricas, en las cuales el cristianismo se afirmó en el curso del siglo IV". No hay que olvidar, a este respecto, que desde el siglo III estaba casi implantado un monoteísmo solar en el imperio romano y que el Mitraísmo era mucho más popular que el cristianismo.
Ritos navideños
Adentrarse en el complejo simbolismo solar supondría escribir un reportaje monográfico. Baste decir que el sol ha sido siempre el símbolo más claro e importante de la divinidad, por ser la fuente de la vida y de la luz. Con el solsticio de invierno, el sol renace, cada día se alza sobre el firmamento con mayor intensidad hasta alcanzar el solsticio de verano. Su renacimiento en estas fechas lleva consigo la fertilidad agraria y el renacimiento psíquico humano.
En el esoterismo, como ha descifrado René Guenon en "Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada", existe una estrecha relación simbólica entre San Juan Evangelista, Jano, el Polo Norte, Capricornio, los "Misterios grandes", la "Puerta de los dioses" y el solsticio de invierno.
El simbolismo esotérico también está implícito en algunos rituales navideños: El árbol de Navidad es el Árbol del Mundo, el Árbol Sagrado por antonomasia, donde habita la divinidad o lo númenes del bosque. En los belenes —creados por San Francisco de Asís en el año 1223— el bosque se encuentra reflejado en el musgo sobre el que se asientan las figuras y las montañas y paisaje que se recrea.
El acebo, fácil de encontrar en nuestras tierras, tiene unas connotaciones mágicas: sus hojas puntiagudas simbolizan la corona de espinas y sus bayas rojas a la sangre del crucificado. Y el muérdago, visible entre los robles y chopos de Soria, era recogido por los druidas celtas para ritos de fertilidad y simboliza la regeneración, la restauración de la familia y del hogar, según explica Juan Eduardo Cirlot en su "Diccionario de símbolos".
La costumbre del aguinaldo, que todavía se da en los pueblos sorianos en Año Nuevo, San Silvestre o Reyes, no es sino una continuación de un rito similar que tenía lugar durante las Saturnales romanas que terminaban el 24 de diciembre y durante las cuales se trastocaba el orden reinante de forma carnavalesca, con alegría desbordante y jolgorios y desenfrenos..., como hoy en día sucede durante la Navidad. El Reinado de los mozos que se celebraba hasta hace unos años en Santa María de las Hoyas era una reminiscencia de estas Saturnales y su "Rey de único día" o "Satunalicius rex". Festejo que, por cierto, recoge Miguel Moreno en su "Memorial de Soria", junto con otros ritos navideños como el perolo, las rondas y los "nochebuenos".
Por último, y retornando al simbolismo solar, hay que destacar la "Misa del Gallo". Xabier Fábregas, en su libro titulado "Viaje a la Cataluña fantástica", cita lo que sigue: "El nombre de "misa de gallo" que se da a la ceremonia religiosa que comienza al filo de la medianoche, del día de Navidad, no es un capricho. Sólo hace falta recordar que estamos en el momento en el que el sol alcanza su máxima debilidad, y que de alguna forma hay que propiciar su recuperación. Sólo a partir de la reforma del calendario juliano sucede que el 25 de diciembre no coincide minuto por minuto con el solsticio de invierno. Desde hace cuatro días, como quien dice, el hecho de que el gallo cantara en este momento era considerado una premonición de buen augurio. El cristianismo, al operar la sustitución Sol-Jesucristo y poner la misa en el lugar de los cultos solares más antiguos, no pudo prescindir de la figura del rey de los pajares, de su honda pero insistente significación religiosa".
¡Feliz, Navidad!
NOTA: éste es un artículo mío de 1990.. Hoy quitaría algunas cosas y añadiría otras... En todo caso, creo que es un artículo válido para este blog de "Jung y el Mundo Imaginal".
Recomendamos, como complemento magnífico, la lectura de esta selección de textos del Maestro Eckhart sobre la NATIVIDAD DEL Niño Dios EN NUESTRA ALMA
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