La percepción consciente de la inestabilidad del Orden (sea como se considere o conciba en cada momento-época de cada cultura-civilización-religión) provoca zozobras en el psiquismo humano, el cual intenta reordenar el Caos, restaurarlo. Este es el sustrato psíquico de todas las apocalípticas y milenarismos, que, en lo que respecta a la mitología, comienza a expresarse en las cosmogonías más diversas.
Las fuerzas del Caos se van imponiendo y entonces se consteliza en el psiquismo humano una serie de "arquetipos de la restauración del Orden" que se plasman en imágenes arquetípicas como son las expuestas en la cosmovisión cristiana por el Apocalipsis del visionario Juan de Patmos: el combate de Miguel contra el Dragón, el Reino de los Mil Años, el posterior Juicio Final y la Jerusalén Celeste en una "tierra nueva y unos cielos nuevos".
En el psiquismo humano no hay consciencia sin formas, las cuales parecen movilizarse entre polaridades en su dinámica existencial. Un flujo de energías se movilizan entre los diversos polos, como lo son los constructos mentales o nociones de Dios-Satán, Bien-Mal, Salud-Enfermedad, Belleza-Fealdad, Cristo-Anticristo, San Miguel-Lucifer...
Las polaridades, al ser "realidades psíquicas", se proyectan en imágenes numinosas con funcionalidades arquetípicas, como Sol-Luna, León-Dragón.., y se hipostizan proyectándose en individuos concretos y también, en ocasiones, en pueblos o colectivos humanos.
Al generarse el constructo mental de un polo, la psique refleja el otro polo del "eje", cual imagen invertida en un espejo. No obstante, sabios ha habido, hasta en la Cristiandad, en los que ha prevalecido el sentido unificador, la Unidad, y no la Oposición, como Principio, Medio y Final, de toda la Existencia (el crismón, a nuestro entender, lo refleja magníficamente). Así, por ejemplo, en el Libro de los 24 Filósofos, a mediados del s. XII, se afirma que «Dios es una esfera infinita cuyo centro se halla en todas partes y su circunferencia en ninguna». Igualmente para el cardenal Nicolás de Cusa (1401 - 1464) en Dios se da una "coincidentia oppositorum", una "coniunctio oppositorum" y, por tanto el ser humano que pretenda acercarse a lo divino, ha de tender a transformar los opuestos en complementarios y, finalmente, a trascenderlos "más allá del bien y del mal", o sea, más allá de toda conceptualización racional.
En ocasiones se da la paradoja de que un mismo individuo o colectivo acoge, cual imán, ambas dualidades-polaridades, siendo para otras personas-colectivos ( en el mismo período histórico o posteriormente) reflejo de "lo Bueno y de lo Malo". Lo mismo acaece con la iconografía zoomorfa, como queda patente si consultamos el impresionante "Bestiario de Cristo" elaborado por Louis Charbonneau-Lassay, en que -para ir entrando en el tema central de este artículo- el león simboliza a Cristo pero también a su opuesto (el Maligno), como acontece con el dragón.
Escrito en Soria, 5 de octubre de 2020, como marco explicativo de la serie de artículos enn torno al dragón/león - Ángel Almazán